Apoplejía


Era el 27 de julio de 2007. Estábamos hablando y de pronto Lucho me dice: “Viejo, Nando, estás raro”.

-Qué raro ni que carajo- le dije yo.

Pero la verdad es que no me sentía bien y sentía la sensación de sofoco que me daba cuando se me subía la presión arterial. Pensaba que yéndome a casa a descansar se me pasaría, como en ocasiones anteriores.

-Sí, seguro, viejo Nando- continúo diciendo Lucho.

Y salí con Farita, mi hija, quien me acompañaba ese día. Al tratar de subir las escaleras me voy de boca, mi pierna derecha no responde. Me levanté y subí la escalera, pero Lucho estaba al lado mío.

-Viejo, man, usted no se puede ir así- me decía.
-Pero si yo estoy bien- decía yo.
-Viejo, Nando, vamos al Huddinge. Vamos aunque sea para que nos tranquilicemos todos- insistía él.

Al final de todas sus argumentaciones, yo cedo. Comienzan a llamar al 112. Yo estaba en la puerta del edificio y Lucho hablando, hablándome. Yo la verdad es que me siento mal, pero no sé especificar donde tengo la molestia. Yo que me precio de conocer mi cuerpo no identifico que es lo que tengo.

-Tienes la cara torcida- me dice Lucho.

Y ya ahí están Jimmy y los demás amigos. Uno sube una silla y hacen que me siente en ella.

-Ya se pidió la ambulancia y antes de media hora está aquí- dijo no sé quién.

Yo pensaba que la cosa era sencilla. Voy al hospital y mañana ya estoy en casa. Comencé a ordenar las cosas.

-Jimmy, llévate a la niña. Comunícate con Yadira y díle que voy al Huddinge- digo yo. Le entrego la cartera a la niña, el bolso y otras cosas. Aún no soy consciente de que mi caso es grave.

Como a la media hora llega la ambulancia. Lucho, como médico, les explica la situación. Yo ya siento adormecido el lado derecho de la cara. Me embarcan en la ambulancia, en camilla, el paramédico a mi lado. Lucho va adelante. Hay otro paramédico, pero pareciera que está en período de prácticas. Ellos van hablando. En el camino me canalizan una vena. Duramos como media hora para llegar al hospital. Me bajan en la camilla. No sé por dónde entro, sólo que entro. Lucho habla con la Doctora que me recibió. Intenté hablar pero ya mi lengua estaba estropajosa. Me esforcé pero no pude hacerlo. Ellos me dicen que me tranquilice. Lo demás comienza a pasar sin que yo tenga completa conciencia de que lo que ocurre me está ocurriendo a mí. Después me llevan a Rayos X. Luego un cuarto. No sé que me han hospitalizado. Mi señora llegó y yo con mi desesperación le decía:

-Ni…ja, ni…ja, ni…ja- decía yo. Pero esto no lo recuerdo. No sé nada, no recuerdo nada.

Al día siguiente despierto. Sé que estoy en el hospital, pero no sé en dónde, en qué sección. Ahí veo a Yadira. Ha pasado la noche andando de un lado para otro…… Trato de hablar. No puedo. Tengo como un nudo en mi boca. Articulo palabra pero incoherente. Comienzo a llorar. Ahora que quiero ir al baño siento que no puedo manejar la pierna y brazos derechos. Estoy desesperado. No sé qué hacer. Yadira me abraza y me habla.

-Tranquilo, tranquilo, papi- decía ella- Todo va a salir bien.

Pero yo sé que a pesar de lo que ella dice no va a salir bien, va a salir mal. Lo que tengo es un derrame cerebral. Tengo hemiplejía y afasia, y quién sabe que cosa más. Trato de serenarme, de pensar. Y ¿qué tan extenso será ese derrame? ¿Y las secuelas? Oh, pienso que toda la prisa por legitimarme, por aprender el sueco para legitimarme, se fue al carajo. Ya me faltaban dos cursos –el SAS A y el SAS B-, los cuales haría de agosto del 2007 a enero 2008 y luego a conseguir en donde hacer la prueba de trabajo durante seis meses (seis meses de trabajo sin ninguna paga, sin ningún emolumento). Hoy esa posibilidad se esfumó. Y ¿qué voy a hacer?

A media mañana llega la Doctora. Yo pensé que, como en mi país, habría una ronda de médicos que decidiría sobre mi caso. No fue así. Quizá ya la hicieron en otra parte. No sé cómo manejan las cosas acá. Ella dice que estoy bien, que esperan estabilizar la presión arterial, me examina, charla conmigo sobre mi situación y luego se va. El personal de enfermería es increíble. Me tocó una chilena en el turno de la mañana y me consiente de una manera… Y todos ellos fueron muy amables conmigo e hicieron más agradable los 6 días que pasé en Huddinge.

A la 1.00 de la tarde es hora de visita. Estoy sorprendido de la cantidad de ellos. Había 37 personas allí. Estaba Jimmy y toda su pandilla, los Ortiz, los de la Asociación. Billy con su humor a toda hora, negro a veces. Según me cuentan se sentaban todos en tertulia mientras esperaban para ir entrando al cuarto. Afortunadamente mi compañero de cuarto salió el segundo día, así que me quedé solo hasta el penúltimo día.

Yo no tengo claro lo que pasó esos días hospitalizados en Huddinge. Hay cosas que recuerdo claramente, otras que yo creo recordar y otras que mi cerebro no registró. Sé porque me ayudaron a recordarlo que andaba con el ‘rulator’ los pocos ratos que me bajaba de la cama. También recuerdo que la gran Celia fue a visitarme y estuvo allí agarrada a la baranda de la cama casi todo el tiempo. Pero la verdad no sé si fue el primer, segundo, tercer día. En fin, fueron días de una semiinconsciencia. Mi cuñado también estuvo compartiendo conmigo y Cecilia. Son tantos que no recuerdo quiénes fueron y quiénes no. Pero que fueron casi todos mis amigos. Al 6º día me trasladan a Skriftelse Stora Sköndal. Hoy es 2 de agosto. Yo me senté en el cuarto de la televisión y las comidas. Ya hay cosas que me molestan. El cuarto por ejemplo. No es que sea incómodo ni nada por el estilo, es el hecho de estar hospitalizado en un hospital. Yo creo tener todo bajo control sin saber que las decisiones no las tomo yo, sino que hay otras voluntades que las toman por mí.

Llega el del Taxi como a las 12.00. Me montan en una silla de ruedas y me llevan hasta la salida del hospital. Me embarcan, fijan la silla, se suben Cecilia y Yoni, y salimos. Cogemos una vía que no conozco en razón de que yo no conozco a Estocolmo muy bien. Llegamos al destino. Allí será mi nueva casa, no sé por cuánto tiempo.

Sé que llegamos a Stora Sköndal y recuerdo la puerta principal. Tomamos el ascensor y descendemos un piso. No recuerdo bien, pero creo que me presentaron a la enfermera y me asignaron un cuarto. En él había dos camas y mi compañero de cuarto era una persona que resultó vivía en la ‘Tumba’ también, la misma comuna mía. Este señor iba a rehabilitación desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. Era una persona amable, pero como a los tres días lo cambiaron de cuarto. No sé por qué.

Al día siguiente inicio mi terapia, inicialmente suave y con el transcurso de las semanas con horario completo. Era un horario que empezaba a las 9.00 y terminaba a las 11.30, con intervalos entre cada actividad de 15 minutos. El almuerzo y medía hora de descanso, y entonces se hacían otras actividades hasta las 3.00 de la tarde. Entonces comenzaba el descanso.

Un cuadro de estas actividades implicaba comenzar los primeros días de 9.30 a 10.00 con Marie en terapia de trabajo (arbetsterapi) y a las 11.00 a 11.30 Sjukgymnatik con Karin. A las 11.45 el almuerzo. A las 13.00 hasta 13.30 –sjukgymnastik con Inger. A las 14.00 el café. A las 14.30 a las 15.30 con mi logopeda Stefan. El resto de la semana era lo mismo pero con la diferencia que se cambian actividades.

En esas actividades descubro que yo olvidé sumar. Ahora yo no sé sumar ni multiplicar. Fue realmente sorprendente la dificultad que tenía. Tampoco ví una cosa de color rojo que me pusieron a escoger entre otras. Yo pensaba: “Pero si yo esto lo sabía!”. Me toca entrenar ese punto de las matematicas. Y lo comienzo a hacer con la orientación de Osa. Ahí voy avanzando poco a poco. Esto se suma a la dificultad para hablar, y la parálisis de mi lado derecho. Camino con ayuda de un caminador, el ‘rulator’.

Pero en las noches vienen los interrogantes, en la soledad relativa de mi cuarto. Y en la soledad total de mis pensamientos. ¿Cuáles otras deficiencias tengo? ¿Habré olvidado mi carrera? ¿Tendré otros problemas y no me han dicho? Y en la oscuridad de mi cuarto comienzo a hacerme miles preguntas, y a responderlas, cada noche, para asegurarme de no haber olvidado o perdido mis recuerdos. No quiero ser alguien sin recuerdos, sin pasado, sin futuro, sin ningún porvenir. Dicen que una persona sin pasado es alguien sin futuro. Quiero ser una persona cabal, en la totalidad de mis totalidades. Intentaré serlo así muera en el intento.

Los primeros días estuve pleno de visitas. Todos los amigos llegaban después de las tres y había un tertuliadero del putas. El primer fin de semana llegaron y organizaron un asado en el patio. Fue una tremenda comilona. Yo comí carne y creo haberle sentido el sabor, porque después la comida no me sabía a nada, comía porque tenía que comer. Aunque hay que decirlo la comida en Stora Sköndal era muy buena. Yo pensé que iba a haber alguna reacción del hospital el sábado ese. Pero no. Y poco a la gente se fue cansando, pasó la novedad, todos entraron a su rutina y al final los amigos ‘fieles’ estaban allí, jimmy y su familia, los marinos, el negro y su corte, en fin, los amigos de verdad verdad.

Yo me movilizaba con el ‘rulator’ los primeros días y después me dieron un bastón. Pero eso fue casi al final de mi hospitalización en Stora Sköndal. Un día llega, ahora no sé si Karin o Inger, pero quizá una de ellas fue, y me dice que yo no necesito el bastón, porque la verdad es que lo cargaba entre los brazos casi todo el tiempo. …. Me dijo que yo lo que necesitaba para caminar largo era los palos esos largos metálicos que usan los suecos para caminar. Sentía una sensación de infinito bienestar y era la constancia de mi mejoría. Agradecí tanto a todo el personal. A la Doctora Lena; a Stefen, mi logopeda; a Peter, mi logopeda de español; a la kuradora; a los enfermeros jefes; al personal de enfermería, entre ellos a la chilena (otra chilena), a la ‘negrita’, y también al personal que nos traía la comida.

Y fue especial el ejemplo de los pacientes que compartieron conmigo mi hospitalización. Allí estaban los que estaban constantemente en sillas de ruedas. Luchando, a veces de mal humor, a veces contentos, pero todos luchando por su vida. Quisiera decir sus nombres pero no tengo su autorización. Una de ellas era muy especial, siempre en su silla de ruedas, silenciosa. Me despertaba una sensación que yo experimento cuando veo pacientes ancianos, quisiera como abrazarla, como paliar un poco todo lo que yo creo es su sufrimiento. Otros en mucho mejor estado, como yo, a la espera.

Poco a poco fui descubriendo Stora Sköndal. Caminaba hasta una playita que había en el área, y allí podíamos sentarnos un rato. Casi siempre me acompaña Yadi. Ella sabe que siempre me han gustado los espacios abiertos. También en las mañanas salía a caminar alrededor del lago y terminaba por el otro lado. Me dijo una de ellas que eran aproximadamente un kilómetro. Ya al final la semana se me tornaba interminable. Como a la tercera o cuarta semana me permitieron ir a casa el fin de semana. Jesús fue por mí. Para mi fue una sensación maravillosa. Volver a estar con mi familia, con Yadi, con Fara, con Jesús, con mis hijos. Estar en mi casa de nuevo.

La Doctora Lena Nilsson escribió en mi incapacidad médica, la cual mandarían a Försäkringskassan: “Diagnos/-er eller symtom till grund för den nedsatta förmogan/aktiviterbegränsningen. Intracerebral Blödning.” Y en Anamnes (aktuell sjudom): “Man med ischemic sjärtsjukdom och högt blodtryck. Insjuknade 070727 med högersidig svaghet och talsvorigheter. Inlagd po neurol avd pga stroke och fron 2/8 Stora Sköndal för neuroligisk rehabilitering. Vid utskrivning 10/9 kvarstoende dysfasi, rel lätta sproksvorigheter po mpdersmal men stora svorogheter po svenska. Forsatt träning nödvändig innan otergong i studier/arbete är möjligt. Oterbesök här i december planerat. Uppföljning av hypertonibehandling hos husläkare.”

Forsäkringskassan (Caja del Seguro Social) respondió a esta solicitud de la siguiente manera: “Försäkrigskassan har beslutat att din sjukpenninggrundande inkomst ska vara noll även i fortsättningen. Det innebär att du inte kan fo nogon sjukpenning betald” y dice más adelante: Beskrivning av ärendet. Försäkringskassan har foot uppgift fron Arbetsfördmedlingen om att du inte stott till arbetsmarknadens förfogande sedan den 13 de oktuber 2005. Du har uppgivit att du aldrig har arbetat i Sverige”. O sea, que nada, nanay cucas.

Pareciera que he sido invisibilizado. O estoy invisibilizado. Yo, el enfermo, recibe una patada en el trasero por todas las instancias a las que recurro. El Seguro Social, la Comuna, Arbetsförmedlingen, todas. Escribo a todas. A todas recurro. Ninguna responde favorablemente. Estoy peor que si estuviera en mi país. Allá por lo menos tendría a toda mi familia. La única que responde positivamente es la escuela de Slagsta. Allí voy a escuchar sueco después de dar vueltas y sigo dando vueltas, después de continuar con mi calvario.

Hoy es 6 de noviembre y teníamos cita con la social. La verdad que allí no ví ninguna actitud que indicara la índole ‘social’ de una oficina. Allí sólo sentí que el funcionario parecía sentir placer al pretender que mi esposa se rebajara por su situación. Pareciera que a estos funcionarios eso les agradara y su excusa es ‘la norma’, es decir, la ‘regla’ a la cual aferrarse para mostrar que es ‘buen’ funcionario y que defiende el Estado, como si el Estado no entendiera que su función es precisamente ‘social’.

Para ellos, el funcionario, ‘yo’, el enfermo en proceso de rehabilitación, soy un cero a la izquierda, porque mi esposa está ‘estudiando’ y tenía que ‘dejar de hacerlo’ si ella era ‘responsable’ con la familia y porque además estudiar es ‘un lujo’ en Suecia. Yo tenía entendido que no era así, pero hasta ahora me entero. Lo decía una señora que quizá su visión de ‘responsabilidad’ es la cuadratura de una ‘regla’. Alguien que conoce nada de uno, alguien que no sabe nada de medicina ni de relaciones humanas. Ella sólo sabe de la frialdad de la ‘norma’. Ella no sabe que la tranquilidad es fundamental en estos casos. Ella no sabe –ni le importa- la zona que el derrame afectó mi cerebro, a ella sólo le importa la ‘norma’ y ‘la norma dice’... Lo importante es la ‘norma’ y no el ser humano que está sufriendo –todavía- en su cerebro y todo su cuerpo. Y que sufre aún más con episodios como éste. Y cuya familia también la sufre. Yadira explotó en llanto. Según sé cada vez que viene acá es una llorada segura. Por la inconformidad, por la impotencia. Y eso es aquí en el país de la solidaridad, de la mujer y de los niños.

No aguanté, mi enfermedad –estoy apenas a tres meses del derrame- no resistió, y para decirlo claro, mi dignidad tampoco. Yo he sido siempre un hombre digno, que le ha servido a la gente. Y no soporto que a otro lo atropellen, tampoco soporto que a mí me atropellen, así este en las peores condiciones. Me salí de la reunión, casi no puedo abrir por mi mano la puerta principal de la oficina social y creo alguien me ayudó. Tomé el ascensor y salí. Estaba lloviznando y me fui hacia la estación de Tumba. En la estación caminé un rato hasta que me tranquilice y fui a esperar a mi señora y Anders, el ombudsman de personal que nos acompañó, una persona con una comprensión y un caballero con toda la palabra.

Pareciera paradójico que en el país de la solidaridad yo me muera de hambre. Mi cerebro siempre pensante me pregunta: ¿Será Hernando que tú te viniste a morir a Tumba, y que aquí es tu tumba? O ¿será que ya estás muerto y por eso eres invisible? Oh, qué es esto! El invisbilizado.

0 comentarios: