PELUCHES EN EL EXILIO










-Es la Segunda ocasión -dijo ella.
-La segunda ocasión de qué? -le pregunté.
-La segunda ocasión que me toca dejar abandonados mis peluches- respondió.

Fue como un mazazo en nuestras conciencias. Y es que esos peluches eran muy significativos para ella. Cada uno de ellos representaba algo… o una etapa. Cada uno representaba una vivencia y cada uno tenía un nombre.

-Tú sabes papi, que cada uno de ellos es especial. Pero el más especial era ‘tintín’.
Me lo regaló un médico amigo tuyo, aún no había nacido cuando lo recibí y lo abandoné cuando tenía 3 años.

Recuerdo que ese payaso era su todo. Lo agarraba y lo llevaba arrastrando a todas partes. Salía caminando a duras penas, pero ahí iba colgando ‘Tin-tín’. No sé qué significaba realmente para ella, pero si que era muy especial, hasta dormía con ella. Se metía el dedo en la boca, con la otra mano acariciaba la mantica con que se arropaba, y mantenía abrazado al famoso ‘Tin-tín’. Incluso un día me ayudó a que ella dejara de chupar dedo. Le dije:

-Mami, mira, tin-tín también está de acuerdo conmigo. No se debe chupar dedo porque eso es malo, deforma los dientes. Además es caca.

Ella miraba a ‘Tintin’, me miraba a mí y decía mirándose los dedos: Caca, verdad, papi. Caca. Caca.

Y se sacaba los dos deditos de la boca. Esa noche fue una tremenda batalla personal de ella por vencer la chupada de los dedos. Lloró, no se podía dormir, pataleaba. Al fin lo logró. Se durmió y desde ese día dejó de chupar dedos. Claro, que ‘Tin-tín’ estaba allí para apoyarla.

-El era un payaso, el era mi peluche preferido y era de tamaño grande, por eso lo quería mucho, crecí 3 años con él hasta que algo pasó, unas personas nos sacaron de nuestro país, Colombia, y tuve que dejarlo solo, llorando, eso lo sabía cuando estábamos en esa situación, pero pensé que era mejor decirle lo que pasaba, pensaba que me comprendería entonces le dije:

-Querido ‘Tintín’ es hora de irme, muy pronto te dejaré porque...-le expliqué todo.

Con llanto me dijo:

-¡¿Por qué?! ¡No me dejes solo! no lo puedes hacer! -yo lo abracé y lo besé.- Tengo que hacerlo! Si no....si no, puede pasar cualquier cosa y eso no lo querrás ver.

El lloró, y lloró, y lloró, y lloró. Y me dijo:

-Por qué tienen que hacer eso?, me preguntó.- ¿Por qué tienen que ser asi? ¿Por qué?.

No lo sé- le dije. Pero tenemos que irnos de aquí! Si no, nuestra vida estará en peligro y también la tuya. Para decirlo mejor, ¡ya estamos en peligro!

Y en Costa Rica fue igual. Claro que ella estaba un poco más grande, pero igualmente dolorosa la partida. Y allí tenía ella más conciencia. Ahí le tocó dejar a Canuto, Melissa , Winnie, Bugs bunny, Estifer, Cachito, Ponny, Cristina, Coneja, Esponja, Maria, eran tantos, como 60 creo yo.

Ella siempre jugaba con su hermanito, pero había momentos que se encerraba en su cuarto, o se iba a la parte de atrás de la casa a jugar con sus peluches. Nadie la sacaba de ahí y el que quisiera tenía que someterse a jugar muñecas. El reguero de cosas que dejaba era de campeonato y entonces la mamá me ponía a mí las quejas.

-Mira, no sé que vas a hacer tú con tu hija. Siempre, en donde juega, me deja el desorden. En su cuarto, parece un chiquero. En el patio peor. Y tú tan fresco, sólo atinas a reirte.

De Costa Rica sólo pudo traerse los que pudimos, porque la salida fue a las carreras, y sólo tratamos de contentarla diciéndole que acá le compraríamos unos nuevos.

-Mira, nena, allá en Suecia hay peluches divinos. Hay osos polares, blancos, lindos. Allá hay unas peluchitas de ojos azules que las vas a querer. También hay alces, marrones, bonitos.

Pero ella dolida decía: -No, no. Los nuevos que me compren son otros, no son los mismos. Ni tienen un significado especial. Fíjate que cada uno de ellos encierra una historia, unos recuerdos, unos juegos.

Ya en Suecia un día recibo un envío de allá. Era de su tío. Mi hijo y yo fuimos hasta Arlanda y llegamos con la encomienda. Era pesada. Al abrir la caja vemos con sorpresa que vienen unos muñecos. Ah, son como 15 ó 20, no pude contarlos porque me los arrebataron y corriendo llegó al cuarto y enseguida comenzó a jugar con ellos y a recuperar el tiempo perdido.

-Ustedes, son como yo. Son unos sobrevivientes. Bravo, bravo! Hurra, hurra!

Hoy mi hija tiene 13 años. Ya casi no juega con sus amiguitos. Ahora el mobil, el MP3, la TV, el cine, la música y las amigas y los muchachitos, requieren toda su atención. Pero a veces, la veo jugando con sus compañeros de exilio…

Hernando Vanegas Toloza

0 comentarios: