Un río lleno de cadáveres flotando






Hernando Vanegas Toloza


El río Magdalena corre ancho a su paso por El Banco. Por las tardes, cuando ya ha pasado el calor, nos sentábamos en las bancas de cemento aún calientes, o en las escalinatas, para ver la hermosura de sus remolinos y lo apacible que parecían sus aguas, las cuales nosotros sabíamos era mera apariencia. Era hermoso ver el resplandor del sol sobre las aguas. Y más hermoso todavía era ver el resplandor de la luna sobre sus aguas las noches de parrandas y jolgorios que teníamos con mi hermano Joselito. El muelle era el sitio para el esparcimiento de día o de noche y nos permitía disfrutar de nuestro río. Un río con una historia enlazada con la historia del país porque por sus aguas surcaron los buques, champanes, chalupas y ‘piraguas’ que remontaron hacia el centro del país lo que llamamos la ‘civilización’.

Joselito siempre en su papel de hermano mayor nos decía que el río es hermoso, pero también es peligroso, peligrosísimo, y lleva en sus aguas la muerte. El río es fuente de vida, pero también de muerte.

–La muerte- nos asombramos todos nosotros.
–Si, la muerte- dice Joselito. Les voy a contar un poco. Desde la llegada de los españoles, el río se transformó, se convirtió en el vehículo por el cual ascender hacia la búsqueda del Dorado. Fueron muchos, muchísimos los indígenas y los negros asesinados por toda suerte de aventureros. Que entre otras cosas, en 1680, es José Domingo Ortiz negro de las minas de Loba, quien bautiza el poblado como El Banco, por eso una calle de nuestro pueblo lleva el nombre de José Domingo Ortiz, hoy calle 5ª, y como ustedes ya saben el pueblito siempre fue importante para los negros libertos, los ‘cimarrones’ . Y era lógico que cuando mataban algún negro o indio, tam-pum-dam, los cadáveres iban a dar al río. Algunos los rescataban, pero a la mayoría se les veía que iban bajando por las aguas con un pasajero a bordo, el gallinazo.
El cual iba picoteando al muerto para comerse sus entrañas. Pero había un comensal furtivo, que no se veía. Era un pez, el ‘comelón’ le llamaban. Él iba mordisqueando con sus dientes afilados la cara del cadáver, los dedos, los pies y las manos. Por eso, a los cadáveres que rescataban era casi imposible identificarlos porque no había forma. Después durante la guerra de independencia, el control del río era vital. Los españoles tenían fuertes en la mayoría de poblaciones y durante la campaña del río, se cuentan anécdotas. Por ejemplo, se dice que el general Maza siguiendo la orden de Simón Bolívar de la ‘guerra a muerte’ a los españoles que respondía las matanzas que organizaba el general Morillo, en Tenerife -Magdalena- se tomó la plaza y en un barco de los españoles fue decapitando a cuanto español encontraba, por la baranda de babor y tam-pum-dam al río. Se dice que el río se tiño todo de rojo, lo cual yo creo es una exageración, pero así es el cuento. La noticia del ajusticiamiento llegó a Simón Bolívar quien envió carta a Maza diciendo que ‘sin derramamiento de sangre’. En su avance incontenible llegaron a otro pueblo ribereño y allí capturó el general Maza unos españoles y los condenó a muerte, pero se acordó de la recomendación de Bolívar, entonces los metió en sacos de fique, los amarró, les colocó una piedra y los lanzó al río. Dicen, eso dicen, que el general Maza mandó una carta informándole a Simón Bolívar que sus recomendaciones habían sido cumplidas al pie de la letra, que los prisioneros habían sido ejecutados ‘sin derramamiento de sangre’. Después se enteró cuál había sido el método usado por Maza y concluyó que ‘el rolo’ estaba loco, perdidamente loco. Sin embargo, el general Maza después de la independencia se fue a vivir a Mompox, en donde era muy querido y allí murió.

…) En el siglo 20, antes del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, se implementaba toda una política de terror contra el pueblo. Una vez asesinado Gaitán, el gobierno desata la persecución de los liberales con la policía y los militares, y usaron lo que llamaban ‘los pájaros’, la ‘chulavita’, la ‘mano negra’, y de esos asesinos descarnados hubo algunos que fueron llevados a los libros como uno célebre en el Valle del Cauca llamado ‘El Cóndor’. Los liberales para defenderse conformaron las llamadas guerrillas, las cuales fueron acompañadas por guerrillas comunistas también. Es claro que todo aquel que no fuera ‘conservador’ –el partido de gobierno- iba a ser perseguido. La chulavita llegaba a un poblado, a una vereda, y allí hacía el ‘corte de franela’, para lo cual usaban unos machetes bien afilados. El ‘corte de franela’ consistía en cercenar la cabeza de la persona señalada como ‘comunista’, ‘socialista’ o ‘liberal’, del pegue del cuello. Fueron horrores dantescos. Llegaba la patrulla y mataba a los hombres, violaban a las mujeres, incendiaban las casas, se robaban el ganado, todo. (…)

Era la época en que mi padre vivía escondido, por ‘liberal’, a la orilla del río, pescando peces y galápagos, comiendo yuca de yucales, plátanos, de lo que pudiera. Él me contó que comía bagre, blanquillo, bocachico, dorada, hasta el comelón se lo comían, porque no podían desperdiciar nada de lo que pescaban. A veces había desembocaduras de riachuelos y allí buscaban el coroncoro, un pez prehistórico con unas conchas y de ese pescado se hacen unos caldos riquísimos. La gente dice que son afrodisíacos porque el que toma ese caldo, sino se pone las pilas se desmaya. En esa época fueron pocas las veces que los hermanos mayores pudieron ver a mi papá y nos tocó sobrevivir solos con mi mamá. Fue una verdadera orgía de sangre desatada desde el gobierno. Pero la excusa era el ‘partido’ en tanto las verdaderas causas eran otras. Allí estaban el hambre, la miseria, la pobreza, ‘encargadas por el patrón’ para que protegiera sus propiedades, amén del despojo de tierras y ganados, en una nueva forma de acumulación capitalista. Allí nacieron nuevos terratenientes. Pero el río, testigo mudo, se llenó de cadáveres de todo el país. Desde el Tolima bajaban por el río, pero los muertos de la zona del Valle de Cauca, Cauca, Antioquia, bajaban por el río Cauca, que desemboca también en el río Magdalena. Los muertos de la llamada ‘provincia’, es decir, Cesar y Guajira, bajaban por el río Cesar. Y los muertos, no se sabe por qué, todos iban a terminar al río. Es que era una violencia con una ferocidad inaudita. Allí se incubaron nombres terroríficos que sembraron el terror en las veredas. Capitán Veneno, Chispas, El Tigre, Sangre Negra, Desquite, Alma Negra, Zarpazo, Capitán Venganza, Efraín González. El río se fue llenando de muertos y más muertos. Se dice que hubo 300.000 mil muertos. Todos los cuales terminaron buscando el río para llenarlo. Para juntos, reclamarnos a los que estamos vivos que no hacemos nada por su memoria, por su derecho a la justicia, que no luchamos por la verdad. El río se fue necrozando como una ‘cancrena’ y la fetidez característica a ‘cangrejo’ muerto dio el nombre a esta enfermedad y anuncia una muerte inminente de todo el tejido social. La gente veía con preocupación como todo olía a ‘cancrena’, las casas, los muebles, la ropa de cama y de vestir, los utensilios de cocina, todo, y se sentían impotentes, el terror había paralizado a los más claros hombres del pueblo, el sudor frío pegaba las camisas a la piel, el corazón latía aceleradamente, la boca siempre estaba seca, la mirada extraviada, entristecida. (…)

-Bueno, en el Atlántico había un asesino demencial llamado “Bart”, si, si, igual al de las tiras cómicas. El tipo ese mató más de cien, aunque él dice que apenas 50 y que dizque se va a meter a ‘testigo de Jehová’. Ese mataba por encargo de los ganaderos que le decían: “Mátame a fulano de tal, que es un guerrillo” y él les respondía: “Me dan 20 millones de pesos y lo hago”. Y así encadenando su cadena de crímenes en el departamento con su camioneta de vidrios polarizados, comprada con la plata ensangrentada que le pagaban los ganaderos. Este man degollaba a las víctimas, era supremamente salvaje.

-Y tú, de dónde eras?
-Yo era de Cúcuta. Nosotros sufrimos la violencia del Bloque Catatumbo de los narcoparamilitares. Un comandante llamado ‘Pedro Fronteras’ o ‘El Iguano’ asesinó a 2.500 personas. Aquí veo algunas de ellas que me pueden contradecir. Es conocido porque fue capturado el 17 de noviembre del 2000, y posteriormente se fugó de la cárcel porque se declaró enfermo y 30 hombres lo sacaron de la clínica en que estaba. Los cómplices fueron el coronel ® Luis Estupiñango, un agente del DAS y el exsubdirector de la cárcel de Cúcuta de apellido Pirindelli. Dicen que un día casi se ahoga el alcalde de Cúcuta, Baldomiro Puárez, a quien le hicieron campaña para la Alcaldía, y el jefe de él era Salvato Doncuso, el jefe máximo, responsable de 6.000 muertos. (…)

Ya era cosa conocida, todos los muertos por la violencia tenían que irse al río. Las tertulias que armaban eran espeluznantes. Las historias de miles de miles de muertos no podían ser más macabras y tristes. Los muertos contarán la historia. A veces se escuchaban historias en que las almas de los muertos o maldiciones de los vivos, hacían enloquecer a los asesinos. Una de las más conocidas era la maldición de los arhuacos. Cuentan el asesinato de Luis Napoleón Torres Crespo, Ángel María Torres Arroyo y Antonio Hughes Chaparro Torres, el 28 de noviembre de 1990 a la una de la tarde, subieron a un autobús que los llevaría a Bogotá donde debían asistir a varias reuniones con delegados del gobierno. Alrededor de las 23:oo horas del mismo día, José Vicente Villafañe y su hermano, Amado, fueron detenidos por soldados pertenecientes al Batallón de Artillería No 2 “La Popa”, con sede en Valledupar. El Teniente-coronel Luis Fernando Duque, comandante del Batallón,
había firmado una orden para registrar la casa de los hermanos Villafañe. Los indígenas presionaron y liberaron a los hermanos Villafañe, pero Luis Napoleón, Angel María y Chaparro, aparecieron uno en Bosconia, otro en El Paso y el tercero en Loma Linda, cerca del río Ariguaní. (…)

Durante el entrenamiento usaban métodos salvajes. Los hacían comer carne de gallinazo, de perros, de gatos, de burros, y muchos de ellos lloraban además porque muchos iban allí engañados, traídos de la ciudad, siendo muy niños de 12 ó 13 años. Los más débiles eran aplastados, asesinados por el resto porque era parte del entrenamiento. Eran descuartizados, y los hacían comer carne humana. El compañero estaba allí, muerto, para que cada uno hiciera un tajo y lo asara y se lo comiera. A algunos les gustaba. Las mujeres embarazadas era también parte de este tratamiento. Todos perdían el sentido de realidad. Hasta se tomaban la sangre de algún compañero muerto para que le diera más fuerza. Lo que demuestra que en ellos anida la cobardía, los miedos, el temor, el terror, el mismo terror que ellos tratan de infundirle a la población civil.

En la suma de los tiempos vemos todos esos muertos flotando en el río, apiñándose, conformando como una alfombra sobre la cual podríamos caminar desde su desembocadura hasta su nacimiento en el páramo de las papas. No ha habido forma de que algún gobierno limpie el río de muertos, a pesar que las aguas inundan todo y los muertos amenazan cubrir todo el país y a pesar de la enorme pestilencia que invade todo el ambiente. Los cadáveres siguen allí como una prueba fehaciente de la sin razón de los que tienen el poder. Y quizá mañana, pasado mañana, en un año, cualquiera de nosotros estará en el río…



Apartes tomados del Libro "El guerrillero ciego y otros cuentos" de Hernando Vanegas Toloza.

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